Edward estaba inspirado escribiendo en un cuaderno cada nota que se le venía a la mente. Su creación estaba tomando forma y eso le agradaba, y aunque aún sus apuntes carecían de letra para aquella hermosa composición, sabía que pronto llegaría el momento de inspiración que le llevase a escribirla.
No sabe cuanto tiempo estuvo en su salita de estudio, pero se sintió muy bien consigo al ver que a su obra sólo le faltaba afinar unos detalles y la letra para que fuese una canción completa.
Se puso de pie y ordeno algunas partituras y al salir vio que todo debía quedar en estricto orden. Detestaba no encontrar sus cosas y tener que desordenar más de lo debido para encontrarlas así que se dedicó a dejar cada libro y cada carpeta en su estantería.
Al salir vio todo ordenado y cerró la puerta, pero esta estaba trabada con algo que impedía cerrarla correctamente. Vio al piso y se dio cuenta que había un papel atrapado entre la puerta y la alfombra.
Recogió el objeto y le desdobló con cuidado.
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Sé que sonará entrometido, pero venía al baño cuando te escuché cantar. Lo haces divino, deberías cantarme en vez de hablarme. Lo siento si me entrometí demasiado, entendería si te molestases.
Cariños y espero verte luego.
Bella.
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Sintió como sus mejillas se ruborizaban a tal punto que el calor se apoderó de ellas.
—¿Edward que haces de pie en el pasillo a estas horas? —le criticó tiernamente su madre.
Sintió como su corazón se desbocaba en su pecho. El susto que le había hecho pasar su madre era injustificado, pero… ¿Por qué el rubor en sus mejillas?
Volteó a ver a su madre y le sonrió confuso.
—¿Qué hora es? —dijo desorientado.
—Hora de irse a la cama, tienes colegio mañana y no quiero discutir con ustedes para que se levanten —sonrió.
Besó la frente de su pequeño Edward y se marchó para reunirse con su esposo, que extrañamente ya se encontraba en la cama.
Carlisle había tenido un día agotador, lleno de cirugías y una que otra intervención en los pasillos. Estaba agotado y había decidido irse a la cama temprano.
Edward se sorprendió al ver que había estado siete horas sentado en el piano y no se había dado cuenta de cómo se habían movido las manecillas del reloj.
Esa noche Rosalie recibió un mensaje de texto mientras dormía. Se enojó pensando que era Alice la desubicada que interrumpía a esas horas su reponedor sueño.
Buscó a tientas en su velador y encontró el sonoro aparato.
Abrió los ojos con dificultad y vio la molesta luz que desprendía su teléfono.
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Hola Rose, perdona la hora… no puedo dormir sin saber… ¿Quieres ir al baile conmigo?
Besos y buenas noches.
Em.
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Aquel mensaje que en un principió le pareció inoportuno le había arrancado el sueño y le reemplazó por una extraña emoción que la hizo saltar de la cama.
Ya no tan somnolienta fue al baño y allí encontró a Edward de pie en el umbral de su habitación.
—¿Insomnio? —sonrió tiernamente a su gemelo.
—Creo… n-no sé p-por qué —dijo restregándose un ojo.
—Si sigues haciendo eso terminarás con conjuntivitis —sonrió.
Entró al baño.
Se miró al espejo, su pálido rostro la espantó.
Salió de él esperando irse a la cama, pero vio a su hermano aún allí.
—Ven —le tomó la mano y bajó con él las escaleras.
—¿Qué vamos a hacer? —frunció el ceño Edward quien aún seguía con sueño.
Rosalie no le respondió y le llevó a la cocina.
Edward se molestó con ella ante su silencio, pero no insistió.
La chica rubia sacó leche del refrigerador y la puso a calentar en una taza dentro del microondas. Vio como su hermano le observaba con una sonrisa.
Él había cambiado de humor cuando entendió que hacía.
Rose ralló la cáscara de una naranja y la dejó caer en la leche tibia, le colocó dos de azúcar como le gustaba a su hermano y se la dio.
—Gracias —dijo mientras Rose se sentaba a su lado.
—De nada, tú siempre lo hacías cuando le tenía miedo al armario ¿Te acuerdas? —sonrió.
Edward asintió en silencio, se bebió la leche tibia.
—Edward tengo que contarte algo —sonrió su hermana con un rostro angelical.
Edward temió que le hubiese roto algo o quizás lo hubiese perdido.
—¿Qué haz hecho? —le miró serio.
Rosalie se sintió ofendida ante la desconfianza de su hermano y le dio un golpecito en el brazo.
—¡Ed! Es sólo que Emmett me ha mandado un mensaje pidiéndome que sea su compañera en el baile de mañana —sonrió.
Edward se alegró sinceramente por ella, aunque ahora se vería obligado a quedarse en casa.
—Me alegra mucho —sonrió.
—Hablaré con él para que Bella vaya contigo —sonrió feliz —. ¿Por qué no se lo pides?
Edward rodó los ojos ¿Cómo se le ocurría hacer tal pregunta sabiendo que a penas podía hablarle?
—No p-puedo n-ni mirarla, m-menos h-hablarle —dijo mientras subía las escaleras.
—Inténtalo, sé que ella aceptará feliz, parece muy cercana a ti —le susurró antes de entrar en su pieza.
¿Parecía cercana a él? ¿Realmente lo parecía? Pensó una y otra vez antes de quedarse dormido.
Esa mañana Esme sintió que sus hijos aún no se levantaban. Vio el reloj y se alarmó al ver que faltaban diez minutos para que entrasen a clases y aún no había escuchado ruido. Fue a la pieza de Edward y le vio durmiendo placidamente.
—¡Levántate llegarás tarde al colegio! —gritó Esme mientras iba a la habitación de Rose.
—¡Levántate Rosalie! —le chilló mientras salía desesperada a servir un rápido desayuno.
Se había quedado dormida mientras veía televisión y de lo agotada que estaba no sintió a su esposo dejar el lecho nupcial.
Preparó rápidamente el desayuno para llevar.
Edward se fue rápidamente al baño del primer piso, mientras Rosalie ocupaba el otro.
Esme reía al verles correr de un lado para otro.
Para Rosalie fue un logre vestirse y ducharse en quince minutos, de seguro en el trayecto al colegio podría maquillarse un poco, solo un poco, sus pálidas mejillas.
Edward besó a su madre y salió corriendo a sacar el volvo.
Rosalie recibió su desayuno y la colación de ambos mientras salía de la casa.
—¡Maneja con cuidado! —chilló su madre desde la casa.
Esme sabía que su hijo aceleraba demasiado cada vez que conducía, no quería ni imaginarse como manejaría ahora que iba sumamente atrasado.
Ambos agradecieron que aún no hubiese llegado el profesor al aula y se sentaron en sus respectivos puestos.
—Edward —escuchó un susurro.
Volteó a ver y era Emmett, le hizo un gesto en forma de saludo.
—Pásalo a tu hermana —sonrió.
Era un papel doblado, de inmediato le recordó el papel que le había dejado Bella.
Ella tampoco había dormido muy bien se sentía agotada entre tanto ajetreo en su casa y se desveló largo rato pensando que habría dicho o pensado Edward de su nota.
Rosalie desdobló el papel sin hacer mucho ruido y leyó su contenido.
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¿Has decidido responderme? Sé que irías con tu hermano y pensé que Bella podría ir con Edward, ellos parecen llevarse bien…
Por cierto te ves hermosa hoy.
Em.
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Rosalie se ruborizó al leer las últimas líneas de la nota y se asombró al ver que Emmett también pensaba que sus hermanos podrían ir juntos.
Escribió con su mejor caligrafía, que por cierto era muy bella y se la entregó.
Alice curioseo un poco e intentó leer lo que su amiga escribía, pero la rubia cubrió todo con su largo pelo y así evitó las molestias de su insistente compañera.
Las horas de clase pasaban rápidamente para todos, nadie estaba pendiente de las clases, de todo lo que se hablaba era del baile de beneficencia de la noche y de las futuras citas que se formarían en él.
Edward intentaba armarse de valor para hablarle a Bella, aunque si no era capaz estaba la posibilidad de escribirle una nota y pedírselo de aquella manera.
En la hora de almuerzo Edward y Bella estuvieron especialmente en silencio, ninguno de los dos hizo comentario alguno.
Ben, un chico tímido de otra sección se acercó a la mesa.
Fue una sorpresa para todos que alguien frecuentara esa zona del casino, aún más porque estaba Edward sentado con ellos.
—A-Ángela —llamó la atención de la morena.
—Hola, Ben —sonrió al verle.
—H-Hola —le respondió temeroso.
—¿Vienes por lo del trabajo de español?
—No, quería saber…¿Quieres ir al baile conmigo? —dijo acelerado.
A Ángela le parecía un buen compañero y a pesar que esperaba que Edward se lo pidiese no se negó a aceptar con una gran sonrisa.
Ella era una chica muy dulce y de muy buen corazón, encantada aceptó mientras que era objeto de burlas de Alice.
—¿Con quien irás tú? —inquirió Ángela ante el silencio de la nueva cita de su amiga.
Alice frunció el ceño, se suponía que su nueva cita debía ser un secreto, aunque no le molestaba compartirlo con sus amigos, pero era incomodo tener que explicar como le había conocido, más después de lo que se había enterado.
—Ya sabes con quien iré Ángela.
—Pero Bella no lo sabe —insistió Rose.
—Si te sientes incomoda entonces no le lo digas —le libró del peso Bella.
—Esta bien, se los diré, pero sin criticas ¿Ok? —advirtió.
Todos en la mesa asintieron.
—Es el psicólogo de mi papá y curiosamente Rosalie y Edward lo conocen —sonrió ruborizada.
Para Rosalie fue extraño que su amiga estuviese en ese estado, para ella no era novedad que le gustaba el psicólogo de su padre, pero nunca creyó que fuese enserio, mucho menos que Jasper Whitlock aceptase venir con ella a la fiesta que daba el colegio.
Edward se sorprendió aún más. Su médico no era viejo, no tendría más de veinticinco, pero Alice tenía diecisiete, eso era ilegal. Podría traerle terribles consecuencias.
—Sólo somos amigos, él es una gran persona y un día que me lo encontré en el mall nos sentamos a conversar y hasta le acompañé a elegir unas camisas —sonrió aún avergonzada.
Edward no criticó la naciente relación y se dedicó a pensar que haría con su petición.
Ya se acababa la jornada escolar y Bella aún no le hablaba temiendo que Edward estuviese molesto con ella ante su nota de ayer.
—B-B-Be-ella —titubeó alcanzándola cuando ella iba rumbo a la biblioteca.
—Edward —sonrió nerviosa —. ¿Recibiste mi nota?
Él asintió en silencio.
—Perdóname si fui grosera, pero me encantó oírte y necesitaba decirlo —sonrió nerviosa.
No sabía que pasaba por su mente cada vez que estaba con él, pero tenía claro que Edward era alguien muy especial para ella, no era como cuando uno mira a su hermano, no claro que no era así, pero tampoco era un amigo… ¿Acaso le gustaría?
No negó la posibilidad aunque creyó que él no pensaría de la misma manera que lo hacía ella.
—N-No t-te s-sientas m-mal, m-me h-ha en-canta-do l-leerla —sintió como el rubor se subía a sus mejillas y antes de arrepentirse soltó torpemente su declaración —. ¿T-Te g-gus-taría i-ir a-al b-ba-ba-baile conmi-migo —tartamudeó excesivamente.
Bella le pareció tan tierno el gesto de Edward de esforzarse para pedírselo a pesar que podría haberlo escrito.
—Por supuesto —sonrió —. Confieso que esperaba que lo hicieses.
Caminaron juntos ambos nerviosos y avergonzados por su actitud tan torpe que en el momento que quisieron hablar lo hicieron al mismo tiempo.
—¿A-A que h-hora te p-pa-paso a b-buscar?
—Quizá a las ocho estaría bien —sonrió.
Ambos habían hablado al mismo tiempo. Volvieron a quedarse en silencio.
Esa tarde Rosalie no se quedó tranquila en ningún momento. Tenía el vestido perfecto, el que quizá muchas chicas anhelarían.
Un verde tornasol con un bello faldón y una rosa a lado izquierdo su cadera.
Sin duda el color le sentaba muy bien.
Edward por su parte arregló su terno y se volvió a peinar.
—Te ves hermosa —sonrió su hermano al verla radiante.
—Gracias, tú si que te ves divino, quizá me arrepienta y cancele la cita con Emmett para andar de tu brazo —le guiñó un ojo.
Carlisle estaba en el living esperándolos para darles un par de consejos.
—Rosalie, Edward vengan aquí —señaló.
Los chicos caminaron hasta donde se encontraba. Ya sabían que les diría, pero aún así fueron sin decir nada.
—Quiero que se cuiden, cualquier cosa me llaman a mí o a su mamá, nosotros no tardaremos en ir por ustedes —dijo en un tono aprensivo —. Edward cuida a tu hermana y tú Rosalie lo mismo.
—Que te vaya bien —besó en la frente a su gemela.
Él debía ir a buscar a Bella, mientras que Emmett vendría por ella.
Bella estaba hecha un atado de nervios, había perdido su teléfono y por más que llamaba al número no lo encontraba. Recordó luego que lo tenía en silencio.
Emmett se lo devolvió antes de salir al ver que estaba en la estantería del baño.
—¡Me voy! —chilló desde la puerta.
—Nos vemos —respondió Bella.
Renée estaba con una jaqueca terrible por lo que no respondió.
Estaba absolutamente nervioso, ir a buscar a Rosalie para él era un sueño… era la única chica que realmente le importaba y al fin había conseguido una cita… de seguro no lo arruinaría.
Bella encontró su teléfono y bajó.
Llevaba un hermoso vestido corto de color morado con un brillo tornasol y lentejuelas en el corsé.
No se quiso sentar de los nervios y caminó como gato enjaulado de un lado a otro.
Edward no quiso tocar la bocina. Se bajó del volvo, moviendo una y otra vez las llaves en su mano.
Tocó el timbre y sintió los nervios en su garganta.
—Hola —sonrió Bella al verle.
Edward se petrificó. Vestía un hermoso color que resaltaba su piel y su cuerpo se adaptaba muy bien a aquel vestido.
—H-Hola —dijo torpemente.
—¿Vamos? —sonrió Bella.
Edward le ofreció el brazo y caminaron hasta el volvo, Edward le abrió y le cerró la puerta ambas veces, cuando subió y cuando llegaron al instituto.
—¿Sabes? —le dijo cuando casi llegaban al salón —. He tenido una idea brillante.
Edward sonrió al verla así de entusiasmada.
—¿C-Cu-al? —titubeo.
—¿Traes tu celular?
Él asintió.
—Sé que es difícil para ti hablarme, pero no tenemos por qué hacerlo si podemos escribirnos mensajes —sonrió.
A Edward no le molestaba la idea, su padre le había puesto un plan que incluía una cantidad de mensajes que él no ocupaba más que en su familia.
—E-Esta b-bien —susurró.
Entraron en el salón y las miradas se posaron en ellos.
Muchos pensaban en cómo Edward había podido invitar a la chica nueva. Las mujeres pensaban en como Bella se había atrevido a venir con alguien como él…
Emmett y Rosalie llegaron unos segundos después y se unieron al grupo en donde estaba Ángela y Ben. Alice aún no llegaba con su cita.
—El salón esta hermoso —admiró Bella.
—L-Lo h-han p-prepa-rado l-las c-chicas —titubeó Edward.
Ya no le importaba tartamudear tanto, quizá el hecho que ella le escuchase a pesar de todo cambiaba las cosas.
Los chicos cansados de esperar a Alice se fueron a la pista de Baile.
Edward tomó de la cintura a Bella y la apegó más a su cuerpo.
Se movieron al ritmo lento de la música, mientras que Bella apoyaba su cabeza en el pecho del alto chico.
—Es primera vez que estoy en un baile así —explicó aún apoyada en él.
Edward sonrió.
Para él era la primera vez que bailaba con una chica que no fuese de su familia.
Bella estaba muy cómoda en el pecho de Edward, sobre todo porque era capaz de oír el latido acelerado de su corazón.
¿Por qué estaba tan desesperado? ¿Por qué su ritmo cardíaco aumentaba? ¿Estaría nervioso por hablarle? ¿Se sentiría incomodo con su cercanía?
Esto definitivamente la tenía intrigada…