lunes, 22 de noviembre de 2010

Capitulo I Discurso

Edward se levantó sabiendo que sería un terrible día. Él no era el chico del que todos estuviesen pendiente, ni mucho menos uno de los venerados del instituto, no por lo menos como Mike y su séquito de futbolistas populares.

Tomó el tazón de cereales que su madre le había dejado sobre el mesón y prendió la televisión para ver el noticiero.

En clase de literatura le habían enviado la tarea de crear un discurso y hoy debía ser leído ante toda la clase, algo absolutamente imposible para Edward, quien sufría de una tartamudez horrenda cada vez que se hallaba en público.

Su torpeza y timidez le impedían pronunciar más de cinco palabras al hilo.

—Todo saldrá bien, cariño —dijo su madre acariciando su cabellera cobriza —. Saldrá estupendamente.

Edward no creía lo mismo que su madre, pero a pesar de eso le dirigió una hermosa sonrisa.

—Saldrá fatal —dijo mientras las imágenes mentales del momento le jugaban una mala pasada.

—Sólo recuerda mirar un punto fijo y olvidar que hay gente oyéndote —sonrió cariñosa.

—E-Eso es imposible cuando todos se ríen de ti mientras i-intentas unir una palabra por más de s-seis segundos —frunció el ceño y continuó comiendo su cereal.

Dentro de su familia, Edward llevaba una vida casi normal, la tartamudez sólo aparecía ante desconocidos, siendo casi imperceptible cuando se hallaba en un ambiente familiar.

—¡Vamos! —le dijo su gemela quien peinaba su hermosa cabellera rubia desde el sofá —. Mis amigas y yo no nos burlamos de ti —le dedicó una hermosa sonrisa.

Edward únicamente era admitido en la mesa de su hermana y sus amigas, quizá por lastima, para él no había otra opción. Si no fuese por lo dulce que era Rose con él, quizá habría tenido que almorzar en los baños.

Se lamentó para sí mientras terminaba con su desayuno y se marchó al baño para lavar su blanca dentadura.

—Rose —le llamó su madre —. Quiero que estés pendiente de Edward en clase.

La chica rubia asintió en silencio.

—Si vez que las cosas van muy mal, me llamas e iré de inmediato a retirarle de la clase —sonrió tiernamente Esme.

—Si, mamá yo te llamaré en seguida —le devolvió la sonrisa, mientras colocaba su el tirante de su mochila en su hombro.

Se despidieron de su madre y salieron al jardín para subir a su flamante volvo, regalo que habían recibido en su último cumpleaños.

Ambos hermanos eran muy unidos y todo lo que afectaba a Edward, Rosalie también lo sufría, es por eso que ella era la gran defensora de su hermano cada vez que lanzaban una burla en su contra.

El silencio se apoderó de la cabina del coche hasta llegar al instituto. Edward tensó sus manos en el volante, mientras que Rose notaba su desesperación.

—Eddie, todo saldrá bien, sólo relájate —le sonrió mientras remarcaba el brillo de su labial rosa en sus perfectos labios delineados por la naturaleza.

Edward estacionó el coche y corrió a abrirle la puerta a su hermana, esta le dedicó otra generosa sonrisa y caminaron, como todos los días, del brazo hacía sus casilleros.

Para el resto del alumnado era increíble imaginar que esos dos fuesen gemelos. Rosalie era la muchacha más guapa de todo el instituto y la menos accesible, ella no quería nada con los chicos porque la mayoría ofendía a su hermano y creía que cada ofensa en contra de Edward, era generalizada para ella y para su familia también.

Por otro lado estaba Edward, el tímido chico del que nadie se percataba y al que todos pasaban a llevar en los pasillos. Constantemente en los recreos se veía sólo o a la espera de Rosalie, últimamente su hermana había estado ocupada con los preparativos de un baile de beneficencia, por lo que Edward se iba a la biblioteca, en donde no estaba obligado a hablar ni a soportar las molestas bromas de los demás y aprovechaba de adelantar la tarea de la siguiente clase.

Como no tenía amigos y no salía ir a fiestas, dedicaba su tiempo libre a las clases de piano avanzado que tenía en su propia casa tres veces a la semana.

Entró al salón de literatura junto a Rosalie, allí esta se unió a su grupo de amigas.

—Hola Ed —le dedicó una sonrisa Alice.

—H-Hola —sonrió en consideración a la mejor amiga de su hermana.

—¿Nervioso? —le tocó el hombro Ángela.

—Sólo u-un p-po-poco —añadió Edward sintiendo una presión en su estómago que le impedía hablar más.

Ángela pensó que Edward sería mucho más guapo si su postura fuera la adecuada y no se menospreciara por el pequeño defecto que tenía al hablar.

Se sentó junto a Ángela, como todos los días y escuchó a la clase del Sr. Manson, quién había comenzado a sortear el orden de los alumnos que les correspondería iniciar sus discursos.

—Sr. Newton, comienza usted —sentenció el profesor.

Edward sintió un leve descanso al ver que no sería el primero, aunque no le importaba el orden, sabía que tarde o temprano tendría que estar detrás del estrado tartamudeando y siendo objeto de burlas.

Mike, como siempre, le pidió a Eric que le escribiese el discurso a cambio de cinco dólares. Eric aceptó feliz ya que tendría que hacer el trabajo de Mike más el de todo su grupo y cada uno pagaría ese precio.

El joven futbolista aclaró su garganta y comenzó con el discurso.

—El fútbol —dijo seguro con una sonrisa en el rostro —. ¿Quién no ha oído hablar de él? ¿Quién alguna vez no ha jugado algún partido?

Edward de inmediato pensó en él. Jamás en su vida había tocado una pelota de fútbol, no porque no fuera capaz de dominar el balón, simplemente que aborrecía a todo aquel que anduviese tras una pelota, ya que para él, en ese instituto, todo lo relacionado a aquel deporte implicaba tardes de bromas y molestias.

Cada vez que tenía gimnasia se excusaba y aunque se estaba quedando sin excusas se las arreglaba de alguna forma para escabullirse entre el alumnado.

Así Mike continuó por cerca de quince minutos dando su charla y aunque la audiencia ya estaba harta de oírle sobre el mismo tema, aplaudieron fuertemente cuando este finalizó su discurso.

El Sr. Manson volvió a revolver los papeles que contenían los números de la lista de alumnos y sacó un papel.

Rosalie rogaba por que fuese ella y no su hermano el que saliera sorteado.

—Seré yo —susurró Alice a Rosalie.

—Sólo sé que no debe…

—Alice Brandon —sentenció el profesor.

Alice sonrió victoriosa al ver que podría explayarse ante sus compañeros, pero por sobre todo porque había acertado una vez más a lo que ella había dicho.

Rosalie se alivió al ver que Edward no había salido.

El profeso pidió silencio en la clase y los alumnos lo dieron con dificultad.

—Las compras compulsivas —sonrió Alice —. Todos alguna vez nos hemos visto tentados por una oferta, ya sea hombres o mujeres, aunque los gustos de cada uno sean diversos.

Los hombres se quejaron al oírle hablar de compras, muchos de ellos creían que no se aplicaba a ellos. Entonces Alice, previendo que aquello ocurriría había agregado la respuesta antes que comenzaran a reclamar.

—Claro que a los hombres poco le interesa tener una cantidad suficiente de soleras y chalecos, ellos se ven tentados por artículos deportivos o muchas veces perfumes, todo esto para llamar nuestra atención ya sea de una u otra manera.

Mike susurró a su amigo Tyler que Alice estaba loca y que no tenía idea de lo que hablaba.

—Silencio, Sr. Newton —le advirtió el profesor.

Este frunció el ceño y volvió a poner atención.

Edward comenzó a temblar al darse cuenta que Alice estaba por terminar su discurso, él definitivamente no quería hablar del Presidente Washington, pero no veía otra salida. No escaparía dejando a toda la clase riendo a sus espaldas, él no era cobarde, prefería quedar en ridículo ante todos de esa forma a quedar delante de ellos como un temeroso.

Alice fue aplaudida por la mayoría de las chicas del salón y se fue a sentar dando saltitos.

—Lo has hecho muy bien —le susurró Ángela.

—De maravillas, has estado estupenda —le sonrió Rosalie.

—¿De verdad? —respondió Alice mientras sus ojos brillaban de alegría.

—E-En s-serio —agregó Edward para ser cortés con la chica.

Rosalie se volteó para hablarle a su hermano, quien se sentaba tras de ella.

—Todo saldrá bien —le sonrió.

Este asintió en silencio y esperó ansioso nuevamente que saliera el papel.

Esta vez se demoró bastante, pero una vez listo, levantó la hoja y reveló su contenido.

Buscó en la lista el número y sonrió.

—Cullen —llamó al estrado.

—¿Cuál de los dos? —inquirió Rosalie algo molesta ante la innecesaria tensión.

Entonces, alguien golpeo la puerta.

El Sr. Manson se levantó de su asiento y se dirigió hasta allí.

—Relájate —le aconsejó Ángela a Edward.

Este volvió a asentir.

—No serás tú seré yo —le presionó la mano a su hermano con cariño Rosalie —. ¿No es así Alice?

—Así será, tú relájate —le dedico una sonrisa.

—Clase —llamó la atención de todos, el Sr. Manson —. Han llegado dos alumnos a su salón.

Rosalie admiró a la muchacha, una chica esbelta con hermosas caderas y unas ondas chocolatadas que caían hasta su cintura, llevaba un cintillo precioso e iba muy bien vestida con unas botas.

—¿Son manolo lo que veo? —dijo Rosalie en su susurro a Alice.

—¡Si, lo son! —admitió Alice.

Ambas quedaron sorprendidas por la forma de vestir de la chica, luego se concentraron en el muchacho.

Edward no prestó atención a los recién llegados y se dedicó a repasar una vez más su discurso estaba seguro que sería él. Jamás había gozado de buena suerte, ¿Por qué ahora? Se preguntaba.

Ángela vio al chico que estaba de pie, un muchacho grande, de casi dos metros, con una espalda bien formada y los brazos más grandes que ella haya visto, admiro su pelo ondeado color chocolate, al igual que la otra chica.

—Soy Bella Swan —dijo la muchacha bastante segura.

No era su primer cambio de Instituto, claro que era la primera vez que asistía a un público, siempre había tenido clases particulares en su hogar.

—Y Yo soy Emmett Swan —sonrió el chico que también había estado en las mismas condiciones que su hermana.

—¿Podrían contarnos de qué colegio vienen y algo más de ustedes? —inquirió el Sr. Manson.

Edward se alegró al ver que eso tardaría lo suficiente como para que el profesor olvidase quien había salido sorteado.

Mike miró molesto al chico, al parecer el resto de las mujeres de la clase no le habían quitado los ojos de encima, le veía como un roba pretendientes y no le gustaba que alguien merodeara por sus terrenos.

—No sé que le ven —le susurró a Tyler al ver que Jessica suspiraba mientras el chico se presentaba.

Bella decidió explicar un poco más de ellos, mientras que Emmett miraba a la clase.

—Jamás hemos estado en un colegio ni escuela, siempre hemos tenido clases particulares en nuestra casa, nuestro padre cree que sería bueno un poco más de interacción ya que estamos prontos de ingresar a la Universidad —añadió secamente la chica.

Bella pensó que todos aquellos muchachos que la miraban babosos no eran más que idiotas con las hormonas revolucionadas.

Recorrió la mirada por el salón y se dio cuenta que un muchacho de cabello cobrizo no estaba prestando atención a lo que ella decía, se molestó al ver que su presencia no era más importante que la hoja que él leía.

—Mi padre es Charlie Swan —presumió a ver si el desconocido la miraba, pero falló —. Es el jefe de seguridad de la Casa Blanca —alzó la voz, pero aún así el chico no la miró.

Se sintió bastante molesta al ver que la ignoró completamente, así que miró a Emmett para que intercediese por ella.

—Estamos aquí por que hemos venido a vivir con nuestra madre, Renée una pintora reconocida en la zona —sonrió.

—¿Son hijos de Renée? —se sorprendió el Sr. Manson.

Ambos afirmaron en silencio.

—Ella es profesora de artes acá.

—Lo sabemos —arqueó una ceja Bella.

Una vez listas las presentaciones y algo molesta, Bella se sentó junto a su hermano en el último pupitre disponible, detrás del chico que no había prestado atención.

—¿Te diste cuenta? —dijo Jessica a Lauren.

—¿De qué? —esta se desentendió.

—Que Emmett no dejó de mirarme —sonrió segura de que había flechado al chico.

—Estas fantaseando Jessica, él no miró a nadie en especial —dijo fijándose que su esmalte de uñas se estaba desgastando y que tendría que darse una segunda capa.

Mientras que Bella tomaba sus cosas y abría un cuaderno para la clase, se molestó al ver que su pupitre estaba rayado y parecía sucio, sacó una toallita desinfectante y la pasó por la irregular tabla.

—Deja de hacer eso —le susurró su hermano.

—Esto es asqueroso, no sé por qué papá nos mandó al fin del mundo —chilló molesta.

—Puede ser por qué estas insufrible este último tiempo —sonrió recordando el escándalo que había dado la chica al escaparse de casa con su novio.

—También influyó que repitieras un año, no lo olvides, el maestro Smith, tuvo que reprobarte porque tus exámenes libres eran deficientes —sonrió victoriosa al tener la última palabra.

Emmett e Isabella eran dos hermanos muy poco unidos y bastante desordenados, por lo que Charlie siempre había preferido mantenerlos bajo su tutela y procurar que fuesen criados como es debido, pero al ver que el asunto pasaba de sus manos se rindió al mandarlos a Forks junto a su madre que era una mujer bohemia y liberal.

El desorden volvió a plantarse en la sala, mientras que el Sr. Manson ordenaba las fichas de los nuevos alumnos.

—Silencio —ordenó una vez terminada su tarea —. Bien ¿En qué estábamos?

—Era mi turno —se levantó de la silla Rosalie para comenzar su discurso.

—No es así —intervino Jessica —. Usted estaba por averiguar si era Rosalie o E-E-E-Edward el que tenía que presentar su discurso.

Dicho esto, Jessica se sintió victoriosa al lograr que el resto de la clase riera ante su comentario.

Edward, acostumbrado a ese tipo de insultos, bajó su mirada y continuó leyendo su discurso, aunque no se le paso de largo que sus manos comenzaban a transpirar ante el nerviosismo.

Bella y Emmett no rieron ante la broma, al parecer ni siquiera habían entendido el por qué.

Ambos continuaron prestando atención a lo que hacía su profesor.

—Número…

Que no sea el seis, que no sea el seis.

Rogaba para sus adentros Edward.

—Número siete —sentenció.

Rosalie se levantó triunfante y le dedicó una mirada seria a Jessica, mientras que Edward descansó la presión de sus manos en el papel.

—Silencio —exigió Rosalie —. Si no se callan…

—Silencio —ordenó el Sr. Manson.

Toda la clase se silenció.

—¿Cuál es tú tema? —le preguntó el profesor a Rosalie.

—Bullying(*) —sentenció la muchacha.

Edward sintió ganas de derretirse en la silla, una vez más Rosalie le defendería ante todo el salón y aunque ella lo hacía de buena intención, Mike siempre le molestaba al decirle que era un faldero que se escondía tras su hermana.

—Continua —le pidió el profesor.

Rosalie miró fijamente al grupo de Mike y continuó.

—El Bullying es algo que en todo grupo de jóvenes se deja ver, pues precisamente e este salón se ha visto ya demasiado. Cualquier defecto que resalte de una persona puede ser tema utilizado por cierto grupo de personajes matones y cobardes que se esconden detrás de sus puños para amenazar a otro que aparentemente es más débil —se dio un tiempo para respirar, creyendo que iba demasiado rápido y miró nuevamente a la clase.

Alice sonreía triunfante al oír a su amiga recitar tan segura su discurso, lo habían ensayado una y otra vez en su casa, pues no quería que Edward se enterase y se pusiese más nervioso aún.

Ángela al ver que Edward casi se caía de la silla, le tendió la mano y este le devolvió la sonrisa.

Evidentemente Rosalie recibió poco aplausos ante su tema, ya que Mike y el resto amenazó a todos con la mirada.

Muchos de los que allí estaban habían sido amenazado por su grupo, pero nunca nadie había sido tan apartado como lo había sido Edward.

De hecho aquel que le hablaba tenía asegurado el silencio del resto por toda la eternidad, era como un exilio social.

A pesar de eso Rosalie era la capitana de las porristas y aunque se llevaba fatal con el resto de las chicas, todas tenían gran respeto hacía ella, sabían que con Rosalie no se podían meter.

Finalizó la clase con un alivió para Edward y el resto se marchó.

—Eddie —le dijo su hermana.

Este se molestó al oírle pronunciar su nombre así y mucho menos en el instituto.

—Esta bien, Ed. Ángela, Alice y yo, iremos al gimnasio a arreglar los últimos detalles del baile de este viernes —le sonrió —. Nos vemos en el almuerzo.

—E-E-Estaré en la b-biblioteca —le sonrió.

El aula estaba vacía, comenzó a ordenar sus cosas en su bolso.

—Hola —le saludó Emmett.

Edward se envaró al oír que alguien le hablaba.

Se volteó asustado e hizo una seña como respuesta a su saludo.

—Estamos confusos ¿Dónde queda el gimnasio? —le preguntó Bella.

Edward se vio forzado a hablar y aunque no quería hacerlo, se dio cuenta que nadie más estaba en el salón.

—E-E-Es-stá e-en e-el p-pa-pasillo s-s-seis —dijo mientras su rostro se enrojecía ante la evidente vergüenza.

Bella pensó que el chico era extraño y que ahora entendía las burlas injustificadas de Jessica.

—Gracias —sonrió Emmett quien tomó mejor la respuesta de Edward de lo que lo hizo Bella.

Al verse así de intimidado Edward salió casi corriendo de la sala directo hacía su escondite, la biblioteca.

—¡Que chico más raro! —dijo Bella.

—¿No entendiste que por eso su hermana le defendió? —le respondió Emmett mientras recogía su estuche.

—Si, pero aún así me pregunto ¿Por qué no le habrán llevado a algún médico? Ya sabes hay tratamiento para su tartamudez —le criticó Bella.

—Quizá no tengan recursos —justificó Emmett.

—Ya… y por eso él vestía una cazadora Armani —arqueó una ceja Bella.

—¿Por qué te llamó tanto la atención el tartamudo? —inquirió su hermano.

Bella frunció el ceño ante el comentario de su hermano.

—Por qué fue el único que no prestó atención a lo que dijimos mientras nos presentábamos.

—Pensé que ahora te gustaban los inadaptados sociales —rió.

—¡Emmett! —le criticó.

—Perdón.

—Si continuas así tú también serás un inadaptado social —dijo Bella saliendo del aula.

—Lo siento, sé que a veces me excedo en mis bromas —sonrió—. Pero en serio pensé que te llamó más que la atención, quizá ahora te gustan los tartamudos, ya que el hijo del presidente te botó por otra —sonrió.

Bella le dio un empujón.

—¿Qué? Pero si es cierto —rió.

—¡Córtala Emmett! Yo no te ando molestado porque te hacías hasta los trece en la cama —frunció el ceño.

—Su hermana era linda —sonrió.

Bella pensó que su hermano era lo suficientemente enamoradizo como para que le gustase cualquier muchacha del instituto.

—Vamos, mejor antes que me pierda en esta cosa —chilló.

Bella llevaba apretado sus libros mientras caminaba bastante perdida de donde se encontraba.

Mientras que Emmett miraba a cada muchacha que se le cruzaba y sonreía al ver que las chicas se caían en sonrisas para él.

—Creo que haz conquistado a más de la mitad de las chicas de por aquí —dijo Bella al ver que su hermano sonreí estúpidamente —. No me extraña que en Forks críen zorras.

Dijo celosa que su hermano fuese un idiota más revolucionado por las neuronas.

Bella se quejó al sentir un golpe en su hombro. Ante la colisión dejó caer sus libros.

Miró furiosa a quién había sido el culpable y allí vio a Edward, el chico tartamudo.

Emmett rió a carcajadas y Bella le criticó con la mirada.

—P-P-Pe-erdón —se disculpó Edward sintiendo haber lastimado a la muchacha.

¡Esto me pasa sólo a mí! Pensó mientras recogía las cosas de Bella.

—G-Gracias —sonrió Bella mientras Edward le entregaba su estuche negro.

—D-De n-nada —dijo Edward y se marchó.

—¿Qué? —inquirió Bella al ver que su hermano quién casi se caía de risa.

—¿La tartamudez se pega? P-Porq-que t-tú…

—¡Emmett! —volvió a criticarle Bella.

—Lo siento es sólo que te veías graciosa allí —sonrió.

—Deja de reír o tendremos que comprar pañales para gente senil si es que sueltas esfínter —arqueó una ceja Bella.

Edward se fue criticándose todo el camino su torpeza… ¿Dos veces en el mismo día había tenido que hablarle a esa desconocida?

Se criticó una y otra vez al ver lo estúpido que había actuado, agradeció que el enorme hermano que tenía no le haya golpeado por osar hablarle.

Mientras caminaba hacía la biblioteca se encontró con Mike y su matonaje.

—Hey Cullen ¿Para donde vas? —dijo Mike.

Edward no respondió, no quiso sentirse más avergonzado de lo que ya estaba.

Los siete chicos rodearon a Edward encerrándoles entre ellos en un círculo.

—¡Vamos! ¿Ahora que no está tú hermana temes defenderte? —inquirió Mike.

Edward sentía como su ira corría por sus venas y a pesar de saber artes marciales se veía impedido de atacar a alguien que no tuviese su mismo conocimiento, por lo que se silenció esperando que dejaran su abuso.

—Chicos hagámosle hablar, en una de esas termina pidiendo d-d-d-iscu-cu-culpas —rieron todos.

Los chicos comenzaron a empujarle de un lado a otro mientras que Edward buscaba salir del círculo que estaba muy bien armado.

Lamentó estar en el pasillo menos frecuentado, aunque sabía que ningún alumno haría algo por él, quizá hubiese tenido la suerte de que un profesor los pillase in fraganti.

Mike le golpeó en la boca del estómago, mientras que Edward calló de rodillas al suelo ante el inesperado golpe.

Intentó levantarse y sorpresivamente le dio un golpe rápido en la quijada.

Mike gritaba de dolor y al mirarse la mano se dio cuenta que su boca sangraba.

Los otros seis chicos sostuvieron a Edward mientras Tyler le golpeaba una y otra vez.

Edward se veía imposibilitado de defenderse ya que lo tenían sujeto de brazos y piernas.

—¡Qué pasa aquí! —oyó Edward decir a lo lejos mientras que Tyler le golpeaba en el rostro.

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