Catherine Hardwicke, lá única directora de las
películas de la Saga Crepúsculo, fue despedida justo cuando su película
"Crepúsculo" empezaba a tener un éxito inesperado y espectacular.
Summit Entertainment, confió en ella cuando la película iba a ser una
independiente más de bajo presupuesto sin nada que perder.
Cuando empezó a trabajar en ella Stephenie Meyer
sólo había publicado 2 de los 4 libros.
¿Cómo puede la gente olvidar con tanta facilidad?
¿Cómo pudo ser alabada por miles de fans y después tan criticada por las
mismas? Fue ella quien hizo realidad el plasmar en pantalla el primer libro,
con las dificultades de la falta de dinero y la responsabilidad de contentar a
las fans de entonces. Fue ella quien eligió a Kristen Stewart y Robert
Pattinson, y a todos los demás personajes que han enamorado al mundo entero.
Fue ella quien creó ese maravilloso momento en el cine, en el cual, una
persona, sin necesidad de ser fan del libro, se enamora de la historia cuando
termina la película y te deja con ganas de más... de ir corriendo al día
siguiente a la librería a comprarte los libros.
Fue entonces cuando admirábamos sus románticas e
intensas escenas visuales capaces de atrapar sin efectos especiales el amor
adolescente. El mejor de los besos entre Bella y Edward sólo podía ser dirigido
por el corazón de una mujer. Chris Weitz y David Slade
sólo incorporan más acción, porque así viene en los libros y porque disponían
de mucho más dinero y fans enloquecidas con ganas de más. El
trabajo verdaderamente difícil ya estaba hecho, y lo hizo Catherine.
Pero el penoso sentido del ritmo de New Moon, o
la escasa batalla de vampiros de Eclipse son espectaculares al compararlas
con Crepúsculo, ¿por qué? Simple y llanamente porque así nos lo hicieron creer.
Y no porque creamos que Crepúsculo sea la mejor sino porque nos damos cuenta de
que ha sido devaluada por la publicidad engañosa y cómo no, la necesidad
imperiosa de hacernos creer que los directores hombre son más capaces que una
mujer.
En la historia de los Oscar, que llevan ya 82
años celebrándose, tan sólo tres directoras femeninas han optado
al galardón de Mejor Directora: Lina Wertmüller, por Siete
bellezas, en 1976; Jane Campion, por El piano, en 1993, y Sofia
Coppola, por Lost in Translation, en 2003; aunque ninguna de ellas ha
conseguido ganarlo. Tampoco una película con dirección femenina ha conseguido
jamás llevarse el reconocimiento como Mejor Película.
El reciente Oscar a Kathryn Bigelow, la primera
mujer en alcanzar el Oscar a Mejor Dirección, refleja una cuestión particular.
A diferencia del resto de las directoras, Bigelow no se dedica a hacer un cine
femenino. Para la industria machista de Hollywood, entregarle un Oscar a
Bigelow, habitual realizadora de films de acción, es admitir algo demasiado
complicado, que una mujer puede hacer un cine de hombres y para hombres mejor
que cualquier otro hombre.
Ni que decir tiene, que la elección musical de
las bandas sonoras tiene tintes femeninos y masculinos claramente
diferenciados. De hecho, si hiciéramos una encuesta sólo al público femenino,
la banda sonora que ha tenido más éxito y que tiene mayor número de canciones
bonitas (no sólo una o dos) es sin duda la de Crepúsculo, la que nos enamoró.
¿Qué hubiera pasado si Catherine hubiera
dispuesto del presupuesto con el que han contado las otras dos películas?
¿Eres capaz de entender que te gusta una película
porque te gustó antes el libro y no porque la dirija un hombre?